jueves, enero 25, 2007

La Literatura Bibliologico Informativa en Cuba

Las instituciones que atesoran los materiales literarios, independientemente del tipo de literatura que sea, son las bibliotecas. Si bien es cierto que estas instituciones milenarias desde la antigüedad han sido depositarias del acervo literario mundial y que hoy en día juegan un papel muy diverso al de hace tan sólo medio siglo atrás, las bibliotecas desarrollan una actividad interna que, a pesar de tener tantos años de labor, no se puede hablar de literatura bibliotecológica hasta la aparición de la ciencia y el inicio de los tratamientos teóricos de lo que hasta el momento había sido actividad bibliotecaria. Valenzuela plantea que el primero en darle nombre a la ciencia de la biblioteca fue el ex benedictino alemán M. Schrettinger, a comienzos del siglo XIX denominándola Bibliothekswissenschaft. Su obra se publica en 1808 y tuvo una segunda edición en 1829. Afirma que su mérito estriba en conferir categoría y estructura científica a lo que hasta entonces era un conjunto de conocimientos sobre la actividad bibliotecaria.

La literatura bibliotecológica no es más que los escritos, ya sean académicos o científicos, sobre bibliotecología. Actualmente las ciencias encargadas del tratamiento informativo, bajo toda una revolución tecnológica que ha creado una incipiente cultura digital --la aparición de la conocida sociedad de la información-- y el nuevo rol que le ha tocado desempeñar al profesional de la información, ha contribuido a la aparición de un marco teórico, conceptual diferente donde las disciplinas informativas inmersas en este nuevo fenómeno han ampliado su universo y esclarecido sus leyes, principios, objetos de estudio, actividades y estructura. Todo eso ha condicionado que ya no sólo se habla de literatura bibliotecológica como aquella referente a la actividad bibliotecaria sino de literatura bibliológico informativa, donde se incluye los escritos de las disciplinas que la componen, estas son: archivología, bibliotecología, bibliografía y ciencia de la información.

La literatura bibliológico informativa es, pues, una literatura especializada en las disciplinas específicas del sistema bibliológico informativo. Dicho sistema ha sido desarrollado en diversos trabajos por el Dr. Emilio Setién y será explicado más adelante. Una de las características de esta literatura, como sucede con gran parte de las ciencias en el mundo moderno, es que se genera fundamentalmente en documentos no publicados, ya sean ponencias, tesis, informes de investigación, etcétera. Existen igualmente revistas especializadas en el tema, muchas de ellas pertenecientes a bibliotecas, asociaciones o grupos profesionales y, en menor cantidad, la producción de libros. La literatura bibliológico informativa constituye la producción escrita como hecho social, no como escritura individual, de temas bibliotecarios, archivísticos, bibliográficos e informativos, que por abarcar estas disciplinas afines, es una literatura muy amplia que ha respondido a las condiciones sociales en que se desarrolla. Como toda literatura es una expresión de la conciencia social y sus rasgos distintivos no pueden ser aislados de ese contexto sociocultural en que se produce.

La primera inquietud que existió por compilar la literatura bibliológico informativa cubana se enmarca en el proyecto para compilar la literatura bibliotecológica latinoamericana formulado en 1947 por la Primera Asamblea de Bibliotecarios de América, reunida en Washington del 12 de mayo al 6 de junio. Para ello se estructuró un Comité de Bibliografía Bibliotecológica Latinoamericana integrado por un representante de cada país, que en el caso de Cuba, fue desigando Fermín Peraza. Es así como surge la Bibliografía bibliotecológica cubana de 1948 a 1955 del propio Peraza y Elena Vérez. En la asamblea antes mencionada se estableció lo siguiente lo siguiente:

“1 Comprenderá los libros, folletos y otros trabajos de autores latinoamericanos sobre bibliotecología, cualesquiera sean su tema y alcance, y los referentes a la bibliotecología latinoamericana por cualquier autor y en cualquier idioma.

2 En cuanto a las materias, abarcará: bibliología, biblioteconomía y bibliografía bibliotecológica.

Incluirá los trabajos que se publiquen a partir del primero de enero de 1948.

3 Los asientos podrán ser completados con notas descriptivas que no excedan de 40 palabras

4 Los demás aspectos catalográficos se regirán por las normas que acuerde el Comité de Bibliografía Bibliotecológica Latinoamericana, a propuesta de su secretario general”.

No se conocen otros intentos en el plano nacional ni internacional de reanudar estos esfuerzos hasta 1985 en que la Biblioteca del Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas (CUIB), de la Universidad Nacional Autónoma de México, decide compilar la literatura especializada en bibliotecología, información y archivonomía producida en y sobre América Latina. Así surge la base de datos INFOBILA (Información y Bibliotecología Latinoamericana). INFOBILA se da a conocer como proyecto en el Segundo Coloquio sobre Automatización de las Bibliotecas efectuado en la Ciudad de México en 1986 y su presentación formal se realizó en las XVII Jornadas Mexicanas de Biblioteconomía celebradas ese mismo año en la ciudad de Puebla. Para llevar a vías de realización este proyecto se han hecho diversas actividades como la reunión Presente y Futuro de INFOBILA en Ciudad de México, 1992, con financiamiento de IFLA, para convertirlo en un proyecto regional.

Es necesario recordar que las revistas, desde sus orígenes, tuvieron como objetivo difundir los resultados científicos; su impacto se observa con claridad en el propio avance desmedido de las ciencias. La función que han desempeñado estas publicaciones en la ciencia fue tan sorprendente como ahora lo es Internet. De ahí la especial atención que reciben en este trabajo. Pero las ciencias actualmente generan una cantidad de documentos que no se publican y su difusión y uso caracterizan el estado de ellas.

El 57% de la literatura de las ciencias bibliotecológicas en el país, que son resultados científicos, constituían documentos no publicados en aquel entonces. Hoy en día el por ciento es aún mayor, como se podrá apreciar en este trabajo. La compilación y procesamiento de los documentos no publicados, o literatura gris, es una tarea de difícil control, aún con las ventajas que nos aportan las tecnologías de la información. Las ciencias bibliológico-informativas no escapan a este comportamiento generalizado.

El presente estudio surge por la necesidad de compilar la literatura de las diferentes disciplinas informativas en Cuba dado el grado de dispersión en que se encuentra y en virtud del proyecto internacional INFOBILA. Incluye, además de trabajos bibliotecológicos, los correspondientes a otras disciplinas específicas del sistema de conocimientos bibliológico informativos propuestos por Setién y Gorbea: la Bibliografía y la Ciencia de la Información.

La investigación hace un recuento histórico de los antecedentes que existieron en la formación y creación de esta literatura desde el siglo xviii y concluye con un estudio bibliométrico del comportamiento cronológico, tipológico y temático, del contenido de las diferentes disciplinas, tomando como punto de partida la información contenida en la base de datos correspondiente al siglo xx.


viernes, enero 19, 2007

La formación profesional del bibliotecario en Cuba

Durante todo el siglo XX, las principales actividades informativas: actividad bibliotecaria, actividad archivística y actividad bibliográfica, se desarrollaron paulatinamente, condicionadas por su propio comportamiento. Es a principios de este siglo que se tiene el primer antecedente sobre la formación profesional del bibliotecario a partir de dos proyectos de ley.

El primero data de 1919, presentado al Senado por el Dr. Cosme de la Torriente, entonces senador de la República. La proposición de ley perseguía tres objetivos: "Primero: Dotar a la Biblioteca Nacional, a la Biblioteca de Matanzas y al Archivo Nacional de edificios adecuados para que estas instituciones puedan llenar cumplidamente su alta misión educativa y social; Segundo: Promover la creación de Bibliotecas Públicas en toda la extensión de la República por ser de absoluta necesidad su establecimiento para la educación y cultura del pueblo y; Tercero: Formar el personal técnico, debidamente preparado para el servicio de estas Bibliotecas Públicas y de las demás que dependen del Gobierno, a cuyo fin se propone la creación de una Escuela de Bibliotecarios y Archiveros". 3

El segundo proyecto de ley se presentó en 1927 sobre una reforma del plan de estudios de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, pero que no llegó a materializarse, mediante el cual se crearía en dicha Facultad el Instituto de Técnica de Bibliotecas que hubiera expedido un diploma de Bibliotecario a sus futuros graduados.

El proyecto de Cosme de la Torriente manifestaba tendencias europeas, sobre todo francesa, al considerar unidas la bibliotecología y la archivonomía. Se le concedía un crédito de doce mil pesos y se exigía como requisito de ingreso el título de Doctor en Derecho, en Filosofía y Letras, en Ciencias, o Pedagogía, de la Universidad de La Habana; el título de Bachiller de los Institutos de Segunda Enseñanza de la República, o el diploma de maestro(a) de las Escuelas Normales. Los cursos durarían un año, serían gratuitos y se ofrecerían estudios como: organización, catalogación, clasificación y servicio público de bibliotecas; la paleografía, la bibliografía general y especial; la organización de departamentos para niños; la historia del libro y nociones de tipografía, encuadernación, caligrafía y mecanografía.


El segundo proyecto requería de un bibliotecario con una sólida formación en literatura, historia y otras disciplinas humanísticas. En este sentido, se impartirían once disciplinas con fines eminentemente culturales.


Ambos proyectos muestran preocupaciones sobre la enseñanza de la bibliotecología en Cuba por parte de cubanos ilustres interesados en priorizar la labor de las bibliotecas públicas y del bibliotecario como principales difusores de la cultura.


Se conoce que a finales del siglo XIX y principios del XX, la propia producción editorial en Cuba condujo a un movimiento bibliográfico que se desvinculó del trabajo bibliotecario propiamente dicho, como sucedió en épocas anteriores en otras latitudes, porque la actividad bibliográfica tiene su propia identidad. Por otra parte, las bibliotecas continuaron el fomento de las técnicas de recuperación y centraron su atención en los problemas referentes a los edificios de las bibliotecas y el almacenamiento del gran cúmulo de documentos. Pero no es hasta las décadas de los años 30 y el 40 del siglo XX, que se inicia el tratamiento teórico de los problemas bibliotecológicos en Cuba y que se imparten los primeros cursos de formación bibliotecaria.

Es en la década de los años 30, que se inicia la publicación sistemática de literatura sobre la especialidad y que se inicia el primer curso de bibliotecología en Cuba

El Curso de Iniciación Biblioteconómica, que así se le denominó, se ofreció en el Lyceum de La Habana con dos clases por semana, de una hora de duración, en 24 lecciones orales y prácticas de junio a agosto. Se impartieron asignaturas técnicas como clasificación, catalogación, etcétera, hasta psicología del lector, encuadernación, lenguaje y escritura, musicalia, mapoteca y otras. 4

También se impartieron conferencias, cursillos y se editaron publicaciones dirigidas de alguna manera a la superación profesional en aquel entonces. Por ejemplo, el 31 de enero de 1937, el Dr. Homero Serís, ofreció una conferencia en la Institución Hispanocubana de Cultura titulada "El arte de manejar los libros", que se publicó en forma de folleto por la Biblioteca Municipal de La Habana y el propio autor elaboró una bibliografía mínima de biblioteconomía que se registró en el primer número del Boletín Bibliotécnico. Se impartió otro cursillo de biblioteconomía por el archivero y bibliotecario del Ateneo de Madrid, Jenaro Artiles, en la Sociedad Económica de Amigos del País, que incluía diez lecciones y se inició el 9 de enero de 1940. Aunque existieron intentos esporádicos y proyectos de leyes desde principios del siglo XX, no es hasta que se celebran las primeras asambleas de bibliotecarios de Cuba y se crea la Asociación que los representa, que sus miembros deciden acometer la creación de una Escuela de Bibliotecarios de carácter permanente.


El primer curso de la Escuela de Servicio de Biblioteca, que fue el resultado de todas estas preocupaciones, realizó sus primeras clases de marzo a mayo de 1940. Las asignaturas aparecieron diferenciadas por vez primera, puesto que en intentos anteriores se englobaban frecuentemente en títulos generales como el de técnicas bibliotecarias y fue un grupo de bibliotecarios de prestigio los que actuaron como profesores. Por ejemplo, la asignatura de clasificación y catalogación la impartió el Dr. Jorge Aguayo, Obras de consulta y referencia, la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, Organización de bibliotecas, el profesor Isaac T. Cabrera, etcétera.


En enero de 1941, la Dra. María Teresa Freyre de Andrade impartió un cursillo titulado "Lecciones preliminares sobre manejo y apreciación del libro y uso de bibliotecas". Aparecieron también en esa fecha, noticias sobre un cursillo de prácticas bibliotecarias impartido por Jenaro Artiles, de la Institución Hispanocubana de Cultura, que según María Teresa Freyre no se pudo constatar en los mensajes de la Corporación de Bibliotecarios y Archiveros, creada por Fermín Peraza en la misma época. (Freyre de Andrade, 1949). 5 Por otra parte, la Escuela de Servicio de Biblioteca volvió a funcionar desde octubre de 1942 a marzo de 1943, con la diferencia de que separaban la asignatura de catalogación y clasificación siendo la profesora de la última Josefina Mayol.

Otro de los intentos aislados de superación fue "Prácticas de Clasificación y Catalogación de Bibliotecas" impartido por el Dr. Fermín Peraza del 26 de mayo al 25 de junio de 1942 en las oficinas del Historiador de la Ciudad, el entonces Dr. Emilio Roig. En 1942, se celebró el "Primer Congreso Internacional de Archiveros, Bibliotecarios y Conservadores de Museos del Caribe" en La Habana, que impulsó el movimiento bibliotecario y los aspectos relacionados con la superación del profesional y la edición de libros para estos fines. De esta forma, José Antonio Ramos publicó el "Manual de biblioteconomía: clasificación decimal, catalogación metódico-analítica y organización funcional de bibliotecas". En el propio año, Fermín Peraza inauguró su "Seminario de bibliografía cubana", anexo a la cátedra de Historia de Cuba del Dr. Elías Entralgo, y que los doctores Ramos, Artiles y Peraza organizaron un curso en la oficina del Historiador de la Ciudad con 10 asignaturas: Historia del libro y la escritura, Introducción a la clasificación, Sistema Decimal de Clasificación, Generalidades de catalogación, Bibliografía aplicada a la catalogación, entre otras.

Existió otro frustrado intento de crear un curso teórico-práctico de biblioteconomía en 1943. El primero con carácter formal en un centro privado, la Academia Bravo, pero razones económicas lo llevaron al fracaso. En 1944, Peraza continuó con el Seminario en la cátedra de Entralgo y en 1945, organizó el "Curso de generalidades bibliográficas" como parte del curso oficial de Archivonomía del Archivo Nacional de Cuba del 4 de abril al 8 de junio.

En 1946, se iniciaron los cursos de Ciencia bibliotecaria en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana. Estos cursos llenaron un poco el vacío y la falta de sistematicidad con que se mantenía la enseñanza bibliotecológica en Cuba hasta entonces. Sin embargo, no resultaron ser el ideal que pretendían los profesionales dedicados a la enseñanza. No era la primera vez que dicha escuela se interesaba por estos tipos de estudios. En 1943, se ofrecieron cursos especiales de educación por iniciativa de la Asociación Cubana de Bibliotecarios. Se impartieron materias como: Bibliografía y Referencia, por la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, Catalogación y Organización de bibliotecas escolares por el Dr. Jorge Aguayo, entre otros.
Los cursos de esta escuela se componían de cuatro asignaturas en tres sesiones de duración. Las asignaturas eran Catalogación y Clasificación por Jorge Aguayo, Obras de referencia por María Teresa Freyre, Bibliografía cubana por Fermín Peraza y Organización y Administración por Raquel Robés.


Lograr una escuela sistemática era el objetivo de los profesionales que durante todo el siglo pasado intentaron crearla de alguna forma. A finales de 1944 y principios de 1945, se trató de interesar al gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín en el proyecto de creación de una escuela oficial. No fue hasta el 29 de mayo de 1947, que la Facultad de Filosofía y Letras aprueba el plan para la creación de una escuela de Bibliotecarios anexa a la Facultad, pero hasta junio de 1950 no se aprueba definitivamente. Por otra parte, el 13 de septiembre de 1950 se inició el curso de la Escuela Cubana de Bibliotecarios que funcionó en la Sociedad Económica de Amigos del País. Estuvieron en la inauguración, el presidente de la Sociedad, Dr. Antonio M. Eligio de la Puente, el Dr. Cosme de la Torriente, autor del primer proyecto para crear una escuela semejante, y el presidente de la Junta de Patronos de la Biblioteca Nacional Emeterio S. Santovenia, entre otros. Como asesor, visitó Cuba el Dr. Jerrold Orne, director de las Bibliotecas de la Washington University de la ciudad de Saint Louis.

La formación del bibliotecario estuvo fuertemente condicionada por las transformaciones sociales a que estuvo sometida Cuba a partir del triunfo de la Revolución, cuando enfrentó una serie de iniciativas para fortalecer el sistema bibliotecario cubano, entre ellas, la fundación del Instituto de Información Científica y Técnica (IDICT), la creación de escuelas y programas para formar técnicos para las bibliotecas y otros tipos de instituciones de información, hasta llegar a la institución de una nueva carrera universitaria acorde con la actualidad bibliotecológica e informativa a nivel mundial. Linares plantea que la formación del bibliotecario en Cuba tiene dos grandes etapas: la primera caracterizada por la preparación de los especialistas únicamente en el campo bibliotecológico, que comenzó alrededor de la década del 40, y se extendió hasta la década del 70, y la segunda etapa, que se mantiene hasta nuestros días donde las concepciones de la enseñanza universitaria cambiaron significativamente.

Los primeros pasos de la revolución triunfante se dirigieron, sin lugar a dudas, hacia el nivel educacional y cultural de la población. En este sentido, diversos fueron los esfuerzos hasta lograr crear a para el nivel medio tres escuelas fundamentales en la formación del técnico medio bibliotecario: la Escuela Nacional de Técnicos de Bibliotecas (ENTB) del Ministerio de Cultura para la Red de Bibliotecas Públicas, la Escuela de Bibliotecarios Escolares del Ministerio de Educación y la antigua Escuela de Técnicos de Bibliotecas del Ministerio de Salud Pública, que dejó de funcionar a finales de la década de los 80.

Para más información consulta “La formación bibliotecaria en Cuba: una mirada a través de los documentos”.

jueves, enero 11, 2007

Los primeros en la historia según Trelles

Nadie es capaz de imaginarse el trabajo sabio que desplegó Carlos Manuel Trelles con sus compilaciones bibliográficas. El sólo hecho de rescatar aquellos primeros documentos que someten a la obligada consulta a la hora de esclarecer y conformar la historia de nuestra cultura e identidad, es un aporte de desmedido talento.

La Biblioteca Histórica Cubana publicada en La Habana en 1926 en tres tomos, incluye un total de 17 000 títulos. Descrita por Manuel Sanguily como un “tesoro de noticias útiles y de preciosas y curiosidades bibliográficas” es inevitable su consulta a toda aquella persona que intente estudiar la historia de la nación cubana. En su tomo tercero, al cual su impresión se le agradece especialmente al Gobernador de Matanzas Dr. Juan Gronlier, describe una serie de elementos admirables e interesantes que de alguna manera intentaré comentar y que se refiere a los primeros en la historia.

De la Universidad de La Habana

Comenta Trelles que en 1670 el Fray Diego Romero intenta dotar a la Habana de una Universidad, preocupándose el ayuntamiento de La Habana en 1688. El primer documento que se publica es la Real Cédula del 23 de septiembre de 1728 donde se aprueba y confirma la erección de la Universidad, tomándose en razón el 16 de diciembre de 1728. En este mismo año Melchor de Sotolongo publica los Estatutos de la Universidad de La Habana y no es hasta 1735 que comienza a funcionar, por lo que la Universidad tuvo sus estatutos 7 años antes de su vida activa.

El 8 de agosto de 1778 aparece un documento con el título “Caso del Bachiller D. Dionisio Matamoros” quejándose de los atropellos del rector y vicerrector, los cuales no le daban la cátedra de Derecho Civil y lo insultaron como “mulato”. Pero todo parece indicar que los estudios de leyes en esa época eran bien censurados, pues el 20 de noviembre de 1784 se prohíbe a la Universidad expedir títulos de abogados a los cubanos y por Real Orden se suprimen los estudios de Derecho.

De los precursores en los cambios y reformas universitarias se encuentran Jose Agustin y Caballero que en octubre de 1795 publica “Necesidad de reformar los estudios universitarios”, siendo su continuante el conocido y eminente Dr. Tomas Romay con su “Nova sint omnia, recidant vetera” en Memoria de la Sociedad Económica, 1823 y que se refiere igualmente a reformas de los estudios universitarios.

En 181’3, varios documentos compilados por Trelles nos muestran una polémica con respecto a la elección del rector, y se establece entre varios doctores que protestaron de nulidad la votación por carecer los religiosos de derechos ciudadanos, así se estableció esta polémica que duro hasta 1821 donde aparece el “Manifiesto sobre la competencia promovida en orden a la controvertida cuestión del Rectorado de la Universidad de La Habana”. Constituye esta la primera polémica universitaria en la historia de las elecciones del rectorado.

En 1895 la Universidad contaba con 58 catedráticos y 700 alumnos.

Del teatro

Trelles recopila varias intervenciones de escritores de la época sobre los primeros teatros cubanos. Así menciona a B. P. Ferrer que decía que no se conocieron hasta 1773 más representaciones teatrales que las que hacían algunos mulatos por pura afición. J.M de la Torre afirmaba que la casa en el callejón de Júztiz fue la primera que sirvió para las representaciones antes de que se construyera el Coliseo o Teatro Principal. Bachiller por su parte coincidía en que las comedias o representaciones primeras se hicieron en una casa particular y algunas otras en el Campo de Marte a las 4 de la tarde. Pezuela declara que solo se representaban obras de Calderón, de Lope o Moreto en domicilios particulares y por aficionados.

Una de las obras que muestra la historia del primer teatro en La Habana es la de Bachiller titulada “Teatro Principal (o del Coliseo)” publicada en 1841 en Cuba y América y en la misma revista en octubre de 1900 aparece un trabajo sobre los “Teatro de La Habana en 1840”.

Entre las figuras representativas que visitaron La Habana estuvieron la actriz Matilde Díaz en 1853; Elisa Rachel en 1855; La Patti en 1856 que Cuba y América publica un artículo “La Patti en la Habana”, en el mismo año de su visita; la Ristori en 1868 que comenta Antonio González Curquejo en Cuba y América de diciembre de 1906; Sara Bernhard en 1882 y Caruso en 1920.

No eran épocas aquellas de libertades por lo que los teatros sufrieron de férreas censuras y prohibiciones de obras. Así Trelles nos muestra dos documentos referidos al tema: el “Índice de las piezas dramáticas permitidas sin atajos ni correcciones” de 1852 y de Vicente Dalama el “Índice general, por orden alfabético, de cuantas obras dramáticas y líricas han sido aprobadas por la Junta de censura y censores de oficio para todos los teatros del reino y ultramar, comprendiendo los años 1850 a 1866”, publicado en 1867.

Y si de primeros se trata, el erudito matancero reconoce a Melchor de las Casas como el primer cómico cubano que tuvo representaciones en España en 1677, Leonor López como la primera actriz cubana que trabajó en 1776 y Francisco Covarrubias como unos de los primeros dramaturgos que representó en el Circo del Campo de Marte en 1793 antes que se construyera el teatro Principal.

De otras cosas más

Trelles incluye en su compilación el primer Plan de Estudios publicado en 1794 redactado por el Prebístero José Calderón y el trabajo de Alfredo M. Aguayo, titulado “Primer plan de estudios hecho en la Isla de Cuba” que aparece en la Escuela Cubana en noviembre 1899 y que se refiere a las ordenanzas para las escuelas gratuitas de La Habana.

Describe en la sección de deportes varios acontecimientos interesantes. Por ejemplo, la pelota se jugó por vez primera en Cuba en Sagua en 1864 y el dato lo refleja Habana Base Ball Club publicado en 1878. El basket ball se juega por vez primera en La Habana en 1907. Las primeras regatas se establecieron en el Havana Yath Club en 1886. En 1512 se hicieron corridas de toros en Santiago de Cuba y lo publica Rodríguez Ferrer en Naturaleza, tomo 2 p 408. Se hicieron unas segundas corridas con la llegada del Adelantado Hernando de Soto en 1538 y de ellas habla el Inca Gracilazo en su obra La Florida. Un libro recomendable en este tema lo constituye el de Bachiller “De la diversión de toros y su historia en Cuba” publicado en 1860.

El Jai alai o pelota vasca se jugaba en La Habana en 1790 y en Matanzas en 1830. Como las corridas de toros eran con discreta continuidad, el torero Mazzantini visitó La Habana y la curiosidad fue que solicitó permiso para construir un frontón en La Habana en abril de 1898. Algo extraño la relación de jai ALAI con corridas de toros pero así son los primeros.


Los cubanos tuvimos igualmente un campeón mundial en billar en 1893, Alfredo de Oro y entre los primeros astrónomos se encuentran Marcos A. Gamboa Riaño (1715), Manuel del Socorro Rodríguez (1800) y nuestro pensador Félix Varela (1814), cualidad del eminente maestro que no es conocida por muchos.