viernes, enero 19, 2007

La formación profesional del bibliotecario en Cuba

Durante todo el siglo XX, las principales actividades informativas: actividad bibliotecaria, actividad archivística y actividad bibliográfica, se desarrollaron paulatinamente, condicionadas por su propio comportamiento. Es a principios de este siglo que se tiene el primer antecedente sobre la formación profesional del bibliotecario a partir de dos proyectos de ley.

El primero data de 1919, presentado al Senado por el Dr. Cosme de la Torriente, entonces senador de la República. La proposición de ley perseguía tres objetivos: "Primero: Dotar a la Biblioteca Nacional, a la Biblioteca de Matanzas y al Archivo Nacional de edificios adecuados para que estas instituciones puedan llenar cumplidamente su alta misión educativa y social; Segundo: Promover la creación de Bibliotecas Públicas en toda la extensión de la República por ser de absoluta necesidad su establecimiento para la educación y cultura del pueblo y; Tercero: Formar el personal técnico, debidamente preparado para el servicio de estas Bibliotecas Públicas y de las demás que dependen del Gobierno, a cuyo fin se propone la creación de una Escuela de Bibliotecarios y Archiveros". 3

El segundo proyecto de ley se presentó en 1927 sobre una reforma del plan de estudios de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, pero que no llegó a materializarse, mediante el cual se crearía en dicha Facultad el Instituto de Técnica de Bibliotecas que hubiera expedido un diploma de Bibliotecario a sus futuros graduados.

El proyecto de Cosme de la Torriente manifestaba tendencias europeas, sobre todo francesa, al considerar unidas la bibliotecología y la archivonomía. Se le concedía un crédito de doce mil pesos y se exigía como requisito de ingreso el título de Doctor en Derecho, en Filosofía y Letras, en Ciencias, o Pedagogía, de la Universidad de La Habana; el título de Bachiller de los Institutos de Segunda Enseñanza de la República, o el diploma de maestro(a) de las Escuelas Normales. Los cursos durarían un año, serían gratuitos y se ofrecerían estudios como: organización, catalogación, clasificación y servicio público de bibliotecas; la paleografía, la bibliografía general y especial; la organización de departamentos para niños; la historia del libro y nociones de tipografía, encuadernación, caligrafía y mecanografía.


El segundo proyecto requería de un bibliotecario con una sólida formación en literatura, historia y otras disciplinas humanísticas. En este sentido, se impartirían once disciplinas con fines eminentemente culturales.


Ambos proyectos muestran preocupaciones sobre la enseñanza de la bibliotecología en Cuba por parte de cubanos ilustres interesados en priorizar la labor de las bibliotecas públicas y del bibliotecario como principales difusores de la cultura.


Se conoce que a finales del siglo XIX y principios del XX, la propia producción editorial en Cuba condujo a un movimiento bibliográfico que se desvinculó del trabajo bibliotecario propiamente dicho, como sucedió en épocas anteriores en otras latitudes, porque la actividad bibliográfica tiene su propia identidad. Por otra parte, las bibliotecas continuaron el fomento de las técnicas de recuperación y centraron su atención en los problemas referentes a los edificios de las bibliotecas y el almacenamiento del gran cúmulo de documentos. Pero no es hasta las décadas de los años 30 y el 40 del siglo XX, que se inicia el tratamiento teórico de los problemas bibliotecológicos en Cuba y que se imparten los primeros cursos de formación bibliotecaria.

Es en la década de los años 30, que se inicia la publicación sistemática de literatura sobre la especialidad y que se inicia el primer curso de bibliotecología en Cuba

El Curso de Iniciación Biblioteconómica, que así se le denominó, se ofreció en el Lyceum de La Habana con dos clases por semana, de una hora de duración, en 24 lecciones orales y prácticas de junio a agosto. Se impartieron asignaturas técnicas como clasificación, catalogación, etcétera, hasta psicología del lector, encuadernación, lenguaje y escritura, musicalia, mapoteca y otras. 4

También se impartieron conferencias, cursillos y se editaron publicaciones dirigidas de alguna manera a la superación profesional en aquel entonces. Por ejemplo, el 31 de enero de 1937, el Dr. Homero Serís, ofreció una conferencia en la Institución Hispanocubana de Cultura titulada "El arte de manejar los libros", que se publicó en forma de folleto por la Biblioteca Municipal de La Habana y el propio autor elaboró una bibliografía mínima de biblioteconomía que se registró en el primer número del Boletín Bibliotécnico. Se impartió otro cursillo de biblioteconomía por el archivero y bibliotecario del Ateneo de Madrid, Jenaro Artiles, en la Sociedad Económica de Amigos del País, que incluía diez lecciones y se inició el 9 de enero de 1940. Aunque existieron intentos esporádicos y proyectos de leyes desde principios del siglo XX, no es hasta que se celebran las primeras asambleas de bibliotecarios de Cuba y se crea la Asociación que los representa, que sus miembros deciden acometer la creación de una Escuela de Bibliotecarios de carácter permanente.


El primer curso de la Escuela de Servicio de Biblioteca, que fue el resultado de todas estas preocupaciones, realizó sus primeras clases de marzo a mayo de 1940. Las asignaturas aparecieron diferenciadas por vez primera, puesto que en intentos anteriores se englobaban frecuentemente en títulos generales como el de técnicas bibliotecarias y fue un grupo de bibliotecarios de prestigio los que actuaron como profesores. Por ejemplo, la asignatura de clasificación y catalogación la impartió el Dr. Jorge Aguayo, Obras de consulta y referencia, la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, Organización de bibliotecas, el profesor Isaac T. Cabrera, etcétera.


En enero de 1941, la Dra. María Teresa Freyre de Andrade impartió un cursillo titulado "Lecciones preliminares sobre manejo y apreciación del libro y uso de bibliotecas". Aparecieron también en esa fecha, noticias sobre un cursillo de prácticas bibliotecarias impartido por Jenaro Artiles, de la Institución Hispanocubana de Cultura, que según María Teresa Freyre no se pudo constatar en los mensajes de la Corporación de Bibliotecarios y Archiveros, creada por Fermín Peraza en la misma época. (Freyre de Andrade, 1949). 5 Por otra parte, la Escuela de Servicio de Biblioteca volvió a funcionar desde octubre de 1942 a marzo de 1943, con la diferencia de que separaban la asignatura de catalogación y clasificación siendo la profesora de la última Josefina Mayol.

Otro de los intentos aislados de superación fue "Prácticas de Clasificación y Catalogación de Bibliotecas" impartido por el Dr. Fermín Peraza del 26 de mayo al 25 de junio de 1942 en las oficinas del Historiador de la Ciudad, el entonces Dr. Emilio Roig. En 1942, se celebró el "Primer Congreso Internacional de Archiveros, Bibliotecarios y Conservadores de Museos del Caribe" en La Habana, que impulsó el movimiento bibliotecario y los aspectos relacionados con la superación del profesional y la edición de libros para estos fines. De esta forma, José Antonio Ramos publicó el "Manual de biblioteconomía: clasificación decimal, catalogación metódico-analítica y organización funcional de bibliotecas". En el propio año, Fermín Peraza inauguró su "Seminario de bibliografía cubana", anexo a la cátedra de Historia de Cuba del Dr. Elías Entralgo, y que los doctores Ramos, Artiles y Peraza organizaron un curso en la oficina del Historiador de la Ciudad con 10 asignaturas: Historia del libro y la escritura, Introducción a la clasificación, Sistema Decimal de Clasificación, Generalidades de catalogación, Bibliografía aplicada a la catalogación, entre otras.

Existió otro frustrado intento de crear un curso teórico-práctico de biblioteconomía en 1943. El primero con carácter formal en un centro privado, la Academia Bravo, pero razones económicas lo llevaron al fracaso. En 1944, Peraza continuó con el Seminario en la cátedra de Entralgo y en 1945, organizó el "Curso de generalidades bibliográficas" como parte del curso oficial de Archivonomía del Archivo Nacional de Cuba del 4 de abril al 8 de junio.

En 1946, se iniciaron los cursos de Ciencia bibliotecaria en la Escuela de Verano de la Universidad de La Habana. Estos cursos llenaron un poco el vacío y la falta de sistematicidad con que se mantenía la enseñanza bibliotecológica en Cuba hasta entonces. Sin embargo, no resultaron ser el ideal que pretendían los profesionales dedicados a la enseñanza. No era la primera vez que dicha escuela se interesaba por estos tipos de estudios. En 1943, se ofrecieron cursos especiales de educación por iniciativa de la Asociación Cubana de Bibliotecarios. Se impartieron materias como: Bibliografía y Referencia, por la Dra. María Teresa Freyre de Andrade, Catalogación y Organización de bibliotecas escolares por el Dr. Jorge Aguayo, entre otros.
Los cursos de esta escuela se componían de cuatro asignaturas en tres sesiones de duración. Las asignaturas eran Catalogación y Clasificación por Jorge Aguayo, Obras de referencia por María Teresa Freyre, Bibliografía cubana por Fermín Peraza y Organización y Administración por Raquel Robés.


Lograr una escuela sistemática era el objetivo de los profesionales que durante todo el siglo pasado intentaron crearla de alguna forma. A finales de 1944 y principios de 1945, se trató de interesar al gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín en el proyecto de creación de una escuela oficial. No fue hasta el 29 de mayo de 1947, que la Facultad de Filosofía y Letras aprueba el plan para la creación de una escuela de Bibliotecarios anexa a la Facultad, pero hasta junio de 1950 no se aprueba definitivamente. Por otra parte, el 13 de septiembre de 1950 se inició el curso de la Escuela Cubana de Bibliotecarios que funcionó en la Sociedad Económica de Amigos del País. Estuvieron en la inauguración, el presidente de la Sociedad, Dr. Antonio M. Eligio de la Puente, el Dr. Cosme de la Torriente, autor del primer proyecto para crear una escuela semejante, y el presidente de la Junta de Patronos de la Biblioteca Nacional Emeterio S. Santovenia, entre otros. Como asesor, visitó Cuba el Dr. Jerrold Orne, director de las Bibliotecas de la Washington University de la ciudad de Saint Louis.

La formación del bibliotecario estuvo fuertemente condicionada por las transformaciones sociales a que estuvo sometida Cuba a partir del triunfo de la Revolución, cuando enfrentó una serie de iniciativas para fortalecer el sistema bibliotecario cubano, entre ellas, la fundación del Instituto de Información Científica y Técnica (IDICT), la creación de escuelas y programas para formar técnicos para las bibliotecas y otros tipos de instituciones de información, hasta llegar a la institución de una nueva carrera universitaria acorde con la actualidad bibliotecológica e informativa a nivel mundial. Linares plantea que la formación del bibliotecario en Cuba tiene dos grandes etapas: la primera caracterizada por la preparación de los especialistas únicamente en el campo bibliotecológico, que comenzó alrededor de la década del 40, y se extendió hasta la década del 70, y la segunda etapa, que se mantiene hasta nuestros días donde las concepciones de la enseñanza universitaria cambiaron significativamente.

Los primeros pasos de la revolución triunfante se dirigieron, sin lugar a dudas, hacia el nivel educacional y cultural de la población. En este sentido, diversos fueron los esfuerzos hasta lograr crear a para el nivel medio tres escuelas fundamentales en la formación del técnico medio bibliotecario: la Escuela Nacional de Técnicos de Bibliotecas (ENTB) del Ministerio de Cultura para la Red de Bibliotecas Públicas, la Escuela de Bibliotecarios Escolares del Ministerio de Educación y la antigua Escuela de Técnicos de Bibliotecas del Ministerio de Salud Pública, que dejó de funcionar a finales de la década de los 80.

Para más información consulta “La formación bibliotecaria en Cuba: una mirada a través de los documentos”.

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