miércoles, mayo 24, 2006

Desarrollo económico, primera biblioteca y archivo

Llegamos a los finales del siglo XVIII, siglo de desarrollo cultural, de apertura económica. ¿Qué significó eso para el universo bibliotecario cubano?.

Cuba contaba hasta entonces con cuatro imprentas, una publicación periódica, la Universidad, el Seminario de San Carlos y cierta riqueza económica por el auge de los precios del azúcar en Europa a partir de 1755 y el crecimiento azucarero de fines del siglo XVIII. Todo esto trajo consigo el surgimiento de instituciones en las cuales se hablaban los problemas económicos relativos al comercio y la producción. Julio Le Riverend afirma en su libro Historia de Cuba, que se trataba de instituciones renovadas y esta renovación se debió fundamentalmente al progreso ocurrido entre 1780 y 1795. Como algo novedoso, esas instituciones incluían la participación de los ciudadanos como particulares en su creación y su sostenimiento y formaron parte de ellas representantes de los nuevos grupos sociales más que los representantes de la aristocracia tradicional de la colonia. Las dos instituciones básicas en el aspecto económico surgidas en el siglo XVIII fueron la Real Sociedad Económica o Sociedad Económica de Amigos del País y el Real Consulado de Agricultura y Comercio de La Habana.

La Sociedad Económica de Amigos del País surge después de un artículo aparecido en el Papel Periódico de La Habana el 4 de septiembre de 1791 y luego de una solicitud al Gobernador de las Casas al respecto. Sus intenciones eran la promoción del comercio, la agricultura, las industrias y la producción económica en general, además de la educación e instrucción de la juventud. En junio de 1793 inaugura su biblioteca, que es la primera biblioteca pública fundada en Cuba. Fue su primer director por breve tiempo José Arango, le sucedió Antonio Robredo, quien cedió su casa a la naciente biblioteca. Las primeras colecciones contenían setenta y siete volúmenes comprados con los fondos del Papel Periódico de la Habana y otros cedidos por Don Luis de las Casas. Inicialmente los servicios fueron brindados a los miembros de la Sociedad, y es en junio de 1794 cuando su presidente, el Capitán General Don Luis de las Casas propuso abrir las puertas de la biblioteca a toda persona interesada.

Por otra parte, al fundarse el Real Consulado de Agricultura y Comercio de la Habana, se propone la formación de un archivo para la conservación de los documentos del centro, siendo obligación del archivero ordenarlos, hacer cédulas de los papeles que expresaran de forma breve su contenido. Por Real Orden del 9 de mayo de 1797 se fija para las búsquedas en el archivo el pago de tres reales para los 10 papeles buscados de años anteriores al corriente, y dos reales por cada uno de los que pasaran este número. Estos pagos fueron en numerosas ocasiones incumplidos, pero contribuyeron al orden del propio archivo en tanto limitó la entrada de los “curiosos” y de las personas que no les interesaba lo que solicitaban.

Ambas sociedades representaron un antecedente para estudiar los inicios de la actividad informativa en Cuba, tanto la bibliotecaria como la archivística. A pesar de que el trabajo era incipiente y muy rudimentario, el hecho de que el origen de estas actividades esté fundamentalmente vinculado a sociedades económicas le imprime una característica peculiar. Los siglos XVII y XVIII fueron de creación de bibliotecas nacionales en toda Europa. Las instituciones bibliotecarias se vieron favorecidas, de una forma u otra, pues se incrementaron y sus colecciones resultaron beneficiadas por la formación de las disímiles sociedades.
Lo interesante de la primera biblioteca pública en Cuba es que su surgimiento vino en momentos en que la metrópoli se desarrollaba en el mismo sentido, ubicándose la Isla como una de las colonias más avanzadas en ese aspecto. A comienzos del siglo XVIII, año 1712, Felipe V creó la Biblioteca Real que fue el origen de la Biblioteca Nacional de España.

Sin embargo, es válido resaltar que la formación de las primeras instituciones informativas en Cuba estuvo condicionada por cierto desarrollo económico que la metrópoli no proporcionaba sino, las relaciones comerciales entre Estados Unidos y Cuba

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